Es bien sabido que el ejercicio mejora la salud, pero entender la forma en que lo hace más saludable a nivel molecular es la pregunta cuya respuesta vamos a desarrollar en este artículo.
Después de realizar experimentos tanto en humanos como en ratones, los investigadores encontraron que el entrenamiento con ejercicios provoca cambios dramáticos en el tejido adiposo. Además, descubrieron que este tipo de tejido “entrenado” libera factores en el torrente sanguíneo que pueden tener efectos positivos en la salud. El estudio fue publicado en línea el 11 de febrero de 2019, en Nature Metabolism.
Se sabe que las células del tejido adiposo secretan proteínas llamadas adipocinas, y que muchas adipocinas aumentan con la obesidad, lo que tiene efectos nocivos sobre el metabolismo y la salud.
“En contraste con los efectos negativos de muchas adipocinas, nuestro estudio identificó el factor de crecimiento transformante beta 2 (TGF-beta 2) como una adipocina liberada del tejido adiposo (grasa) en respuesta al ejercicio que en realidad mejora la tolerancia a la glucosa“, dice Laurie J. Goodyear, PhD, Jefe de la Sección de Joslin sobre Fisiología Integrativa y Metabolismo y coautor del estudio.
No solo TGF-beta 2 estimulado por el ejercicio mejoró la tolerancia a la glucosa, el tratamiento de ratones obesos con TGF beta 2 redujo los niveles de lípidos en la sangre y mejoró muchos otros aspectos del metabolismo.
“El hecho de que una sola proteína tenga efectos tan importantes y dramáticos fue bastante impresionante”, dice Goodyear, profesor de medicina de la Escuela de Medicina de Harvard.
Hace dos años, el equipo de investigación internacional demostró por primera vez que el tejido adiposo ofrece efectos metabólicos beneficiosos en respuesta al ejercicio.
“Nuestra hipótesis era que el ejercicio está cambiando la grasa, y como resultado de ese cambio, la grasa libera estas proteínas beneficiosas en el torrente sanguíneo”, dice Goodyear. “Antes de este descubrimiento, siempre nos centramos en los efectos positivos del músculo“.
Sobre la base de esta idea, los investigadores de Joslin trataron de identificar las adipocinas liberadas de la grasa en el ejercicio. Para ello, realizaron una serie de experimentos moleculares tanto en humanos como en ratones. Identificaron los niveles de adipocinas en los hombres antes y después de un ciclo de ejercicio. También estudiaron el ejercicio de ratones.
Su análisis identificó TGF beta 2 como una de las proteínas reguladas al alza en el ejercicio en humanos y ratones. Investigaciones adicionales confirmaron que los niveles de esta adipocina en realidad aumentaron en el tejido adiposo así como en el torrente sanguíneo con el ejercicio, en ambos casos.
Para descubrir si la proteína promovía efectos metabólicos beneficiosos, trataron a los ratones con TGF beta 2. El experimento mostró una serie de efectos metabólicos positivos en los ratones, incluida una mejor tolerancia a la glucosa y una mayor captación de ácidos grasos.
Luego, alimentaron a los ratones con una dieta rica en grasas, lo que provocó que los animales desarrollaran diabetes. Para saber si TGF beta 2 fue realmente responsable de los efectos metabólicos, trataron a los ratones diabéticos con TGF beta 2. Esto revirtió los efectos metabólicos negativos de la dieta alta en grasas, similar a lo que sucede con el ejercicio.
“Nuestros resultados son importantes porque en realidad es la primera demostración de una adipocina liberada por ejercicio que puede tener efectos metabólicos beneficiosos en el cuerpo”, dice Goodyear.
Otro hallazgo significativo fue que el ácido láctico, que se libera durante el ejercicio, sirve como parte integral del proceso. El lactato es liberado por los músculos durante el ejercicio y luego viaja a la grasa donde provoca la liberación de TGF beta 2.
“Esta investigación realmente revoluciona la forma en que pensamos sobre el ejercicio y los muchos efectos metabólicos del ejercicio. Y, lo que es más importante, la grasa en realidad juega un papel importante en la forma en que funciona el ejercicio”, dicen los investigadores.
Estos hallazgos sugieren que el TGF beta 2 puede ser una terapia potencial para el tratamiento del alto nivel de azúcar en la sangre y, en última instancia, una terapia potencial para la diabetes tipo 2. Se necesitarán estudios a largo plazo para determinar la seguridad del tratamiento con TGF beta 2.
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